Qué palabra más bonita, ¿verdad?
Para mí, hay diferentes tipos de horizontes. Aquellos horizontes que nos evocan buenos recuerdos (ese atardecer, aquellas vistas tan bonitas…) y aquellos nos hacen ver un futuro prometedor (estoy satisfecho/a con mi vida, con mis relaciones, con mi trabajo…). Otro tipo de horizontes son los que nos hacen sentir nostalgia, añoranza por lo que hemos vivido y no tenemos ahora. Y un último tipo de horizontes, los que nos hacen sentir miedo, preocupación o incertidumbre. De este último tipo de horizontes es el que he venido a hablar hoy.
Muchas veces en terapia me encuentro con personas que dicen que han “perdido su norte”, que “se encuentran perdidos en sus vidas” o que sienten que están como “un barco a la deriva”.
En algunos momentos, tomamos conciencia de dónde estamos y el camino que estamos recorriendo en la vida y de repente aparece una sensación de vértigo al descubrir que no sabemos hacia donde nos estamos dirigiendo o nos damos cuenta que no nos gusta. El horizonte que vemos está borroso, no está nítido o es demasiado oscuro (¡hola crisis!).
Esta situación, aunque es aterradora, puede ayudar a movilizarnos, a que enfoquemos bien nuestros prismáticos.
Tener horizontes es un aspecto importante (diría que incluso básico) en nuestras vidas. Puede ayudarnos a dar significado a nuestra vida. Esto no quiere decir que debamos tener un futuro planificado, súper nítido, que sepamos paso a paso qué vamos a hacer y donde nos va a llevar. No es tener un camino escogido de forma rígida (podríamos tachar las palabras rígidez, debería de nuestro vocabulario) si no todo lo contrario.
Para mí, tener horizontes o darnos cuenta de cuál es el horizonte que tenemos delante es centrarnos en lo que verdaderamente da un sentido a nuestra vida. ¿Pero cómo podemos enfocar nuestros prismáticos? ¿Cómo podemos crear nuestros horizontes? Tener horizontes…
Es, descubrir nuestros valores.
Es seguir una dirección, más allá de uno mismo, sobre un horizonte.
Es aprender a cambiar de dirección cuando lo necesitemos.
Es aprender de nuevo a enfocar nuestros prismáticos cuando se han desenfocado.
Es seguir un camino que tenga significado para mí (aunque quizás para los demás no lo tenga).
¿Y tú? ¿En qué parte del camino te encuentras? ¿Tienes enfocados tus prismáticos? ¿Cuáles son tus horizontes?